Me acerqué a él, que se mantenía en el mismo sitio, con las piernas pegadas para aliviar el frío, con la lumbre del cigarro iluminando las yemas amarillentas. Miré sus pies sobre los adoquines que ahora brillaban de otra manera, con esas ráfagas que la escarcha recoge. Tenía la zapatilla derecha desatada. Me agaché y se la até lentamente, como si estuviera enseñando a un niño a abrocharse sus zapatos. Formé un arbolito perfecto con el cordón negro rodeando el tronco e hice doble nudo. Los coches pasaban a nuestro lado. La gente miraba de soslayo la imagen de un hombre arrodillado atando los cordones de un hombre en pie. Había llegado a esa dignidad sin proponérmela. Notaba el frío del adoquín subiendo por mi rótula. Al levantarme, pocos centímetros separaban su cara de la mía. Y seguimos juntos calle abajo.
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Alejandro Simón Partal. La Parcela. Barcelona: Caballo de Troya, 2021, p 155.
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