sábado, 1 de fevereiro de 2020


       Oración de Penélope

Toda el agua del mar
para calmar la sed de los que viven
más allá de la orilla.
Aquí las rocas y mi cuerpo frente
a las rocasd de Léucade
donde suelo gozar la libertad.
Antes gozaba a plena luz del día
más de cincuenta amantes - eran días
como la vida largos - sin amar a ninguno.
Pero llegó la noche y con ella la muerte,
la vida fue otra vez una mentira
y la noche fue eterna.

Sus ojos son oscuros, y su lengua
ha rozado la lengua gruesa y blanca
de la sombra del Érebo.
Sus manos se tiñeron del color
del bronce y de su rostro.
Le temo, yo le temo
cerradas ya las puertas de palacio
donde mi cuerpo es suyo y mi voz
ya nunca pide auxilio, pues los ruegos,
los gritos y palabras son grilletes
y a él le satisfacen.

Ya no sé qué es condena, ni qué absolución
aunque las dos me atan a estas rocas.
Yo vivo en una sola y gran oscuridad,
mi vida tiene dueño: es un hombre
y no los inmortales.

Las olas siempre vuelven a la playa,
igual que el pájaro en los meses cálidos,
pero no quise nunca su regreso.
Pedí que su camino fuera largo
y ahora pido que el aire me abandone
y no regrese nunca.

Que los dioses concedan mi plegaria.
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 Vega, Mario. La mala conciencia. Madrid: Hiperión, 2019, pp 34-35.
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